lunes, 21 de marzo de 2016

En el Día Internacional de la Poesía: El día que no fue día de nada

Hay días para todo. O para casi todo. Cansa, sí. Estamos de acuerdo. Te levantas tranquilamente, pensando que este sería un día más y ¡Pam! De repente los informativos, los periódicos, las redes sociales (dejémoslo sólo en lo tercero, es cierto) te plantan en la cara un Día Internacional, Mundial, de alguna cosa. Todos los días es un día de algo. De algo que ni sabías. Claro que recuerdas el cumpleaños de tu madre, el aniversario de tu relación, el día que volviste a vivir, en el que ganaste aquello que luego no ha servido más que para contarlo y recordarlo, el que te echó de casa para quedarse con otro...
Hay días para casi todo. Impuestos por Naciones Unidas la mayoría de ellos. Esa organización que se preocupa tanto de recordar cosas con los días, pero no de que las personas puedan vivirlos sin más, aunque sea poco pedir. Baste recordar que hay un Día Mundial del Refugiado pero que ahora mismo Europa está expulsando a todas y todos los que han salido huyendo de la guerra en Oriente Medio y les está negando asilo en sus podridas tierras. El año que viene podríamos celebrar el Día Internacional de la Muerte de Europa. Ahí queda la idea.

Pues como tantos otros días, la Unesco decidió en 1999 que hoy, 21 de marzo, sería el Día Internacional de la Poesía.

Malos tiempos para la lírica, pensó uno.
Qué nos queda si no es la poesía en estos tiempos, contestó otro.

Yo no sé escribir poesía, dije yo. Y además, lo he dicho muchas veces, sin ningún tipo de vergüenza.




Pero modestamente, si sé de otras cosas. Sé desperdiciar espacio cerebral guardando datos que no tienen valor ni importancia la mayor parte del tiempo, pero que, si aparecen en el momento adecuado, quedan bastante bien. Hoy, Día Internacional de la Poesía, debería ser el Día Universal de Volar. Porque para eso debe servir la poesía. Pero vivimos en un mundo en el que todo nos dice que no debe ser así.

En 1998, la compañía aérea Iberia, una de las más importantes del mundo en aquel entonces, una empresa que se dedicaba a hacer volar a la gente, decidió que la poesía no tenía cabida en el interior de sus aviones. No, a no ser que se la trajera cada una y cada uno de casa. No tuvo a bien permitir que se produjera el maravilloso gesto de que ya que volabas con ellos físicamente, pudieras hacerlo también espiritualmente con un libro de poesía que ellos mismos te dieran.

Iberia desestimó en 1998 (un año antes de que la Unesco declarara el 21 de marzo Día Internacional de la Poesía) que la Editorial Mondadori regalara a sus pasajeras y pasajeros, libros de su nueva colección de poesía de bolsillo. Al parecer, estimaron que la poesía durante el vuelo podía considerarse “una lectura demasiado arriesgada y fuerte”.

Yo estoy en la línea de Iberia. Una de las razones que aduzco siempre para justificar mi incapacidad de escribir poesía es que es demasiado arriesgado y fuerte para mí. Pero, a diferencia de Iberia, no dejo de volar, no tengo overbookings, ni retrasos cuando se trata de despegar mis pies del suelo y de dejarme llevar por unos versos que me acaricien el alma y me hagan olvidar en qué día vivo.

Aunque viva en el Día Internacional de la Poesía.



Hoy es 21 de marzo: ¡Felices versos y felices vuelos!








B.S.O.:
Come fly with me (Frank Sinatra)

Pincha en el ENLACE al artículo de J. Alfonso Portus de la Llana, Inconvenientes de la poesía (El País, 25 de febrero de 1998), que contó el tema de Iberia, Mondadori y la poesía en su momento.



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