martes, 9 de abril de 2013

El cuento de la niña que no quería ser Sonny Crockett


Érase una vez,

Un niño y una niña que eran muy amiguitos y que siempre estaban juntos. Y aquellos niños, vivían en un tiempo en el que todos querían ser Sonny Crockett, aunque ella, siempre diferente, quería ser el negro.

Eran inseparables desde pequeñitos, pero fueron creciendo y un día, el niño dejó de querer ser nadie mientras que ella iba cambiando de modelo constantemente. Se cansaron el uno del otro y se separaron para siempre, sabiendo que si volvían a encontrarse, él nunca la reconocería porque ella sería otro.

Pasaron los años y el niño se iba aburriendo de no querer ser nadie y de no ser siquiera él. La niña, por el contrario, cada vez cambiaba más de ser otros. Tanto que su familia decía que ella se había perdido de querer ser tantos otros diferentes y que ya hacía mucho tiempo que no sabían ni quién era porque no habían vuelto a reconocerla.

Así pues, como en tantos otros cuentos, los dos amiguitos de la infancia se habían separado inevitablemente y no había nada ni nadie que pudiera volver a reunirlos...




Pero como en tantos otros cuentos que nos contaron de pequeñitos, el niño, convertido ya en el apuesto príncipe, héroe o aventurero de turno, recordó a su amiguita de la infancia y decidió emprender una cruzada llena vicisitudes y de actos de arrojo y valor, que no caben aquí porque no nos patrocina Disney (aún), que la acabarían llevando hasta ella y, tras muchos encuentros en los que no la reconocería, miraría en el fondo de su corazón y acabaría conectando con aquella amiguita de la infancia que, de repente también lo reconocería a él.

Pero como Disney no nos patrocina (aún) y los trajes de Sonny Crockett pueden volver a ponerse de moda el día menos pensado, el niño, ya convertido en un héroe legendario, lejos de mostrar ternura y salvar a su amiguita de la infancia, ya convertida en una DJ yonki gafapasta y referente de la cultura underground de la ciudad donde había regresado tras, según ella, triunfar por todo el mundo siendo otros, le propinó una bofetada porque se sintió mal al ver que le trataba como una mierda después de todo lo que había pasado para encontrarla, y que no tenía la menor posibilidad de acostarse con ella porque le miraba como un inculto leñador rudo y fuera de lugar en su ambiente de superior nivel cultural e infinitamente más moderno. 

Deprimido y derrotado, nuestro héroe de manos largas e instintos primarios volvió al lugar donde los dos iniciaban sus aventuras cuando eran pequeñitos e inseparables. Pero como Disney no nos patrocina (aún), aquel lugar se había convertido en el picadero de su ciudad y tras tropezar con algún coche que se movía y emitía ruidos rítmicos, y aguantar el improperio de alguno de los habitantes de aquellos vehículos, se asomó al borde de la ladera donde todo empezó y descubrió que habían puesto un aparato para observar las vistas.

Tras unos segundos de duda entre si mirar por el aparatito o asomarse con sigilo a ver qué hacían en el interior de alguno de los coches, optó por la primera opción ya que el euro a introducir por la ranura que lo activaba era menos que los quince que le acababa de pedir otra antigua amiga de la infancia que andaba por allí por meterse su pequeño guerrero de poderosa cabeza rosada en su boca o los treinta por algo más que no acabó de entender bien pero que no detallaremos ya que aunque no nos patrocine Disney (aún), tenemos pudor en reflejar en este cuento ciertas expresiones.

Y tras echar el euro, comprobó como el tomavistas de aquella colina ofrecía una maravillosa imagen de la ciudad. Enfocaba perfectamente la discoteca de verano donde se vieron por última vez. Observó con detenimiento, pero no se vio. A ella la distinguió allí siendo otro. Verano tras verano. Se dio la vuelta y decidió bajar de la colina rumbo a la ciudad. Sin pasar por la discoteca. Sin buscarla. Quizás fuera mejor así.

A la mañana siguiente se compró un traje de Sonny Crockett, se lo puso y se sentó en un parque esperando que volviera a ponerse de moda para ser el primero en acercarse a su antigua amiguita y demostrarle que volvía a estar en la onda.

Quizás así, si la cogía un poco puesta, podría tirársela...

Y años después, cuanto contara esta historia a sus nietos, convenientemente almibarada, les confesaría que él también quiso ser Sonny Crockett, pero que tuvo una amiga que quería ser el negro. 

Y comieron perdices y vivieron felices, aunque Disney no patrocine esta historia...

(Aún)





Nota del traductor: 
Este cuento no está basado en hechos reales. Aunque sí está basado en ciertas leyendas, como todos los cuentos... Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia y no se ha maltratado a ningún animal en su elaboración. El autor afirma sin vergüenza que, a pesar de todo, nunca quiso ser Sonny Crockett. En las últimas declaraciones que se le atribuyen afirmaba haber querido ser Punky Brewster. Pero esa ya, amiguitas y amiguitos, es otra historia...

Y no sabemos si Disney querrá patrocinarla (Aún)




B.S.O.: "Miami Vice Theme" (Siniestro Total)

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