martes, 8 de mayo de 2012

Obsesiones y Parafilias (Volumen 13): Vidas lejanas, raíces y narices




B.S.O. : "Todo por la napia" (Siniestro Total)



Siempre supe que vivir muy lejos tendría consecuencias. Aquella mañana me había despertado tarde, como tantas veces, pero con malas noticias, como tantas otras...

Esa mañana las noticias estaban lejos, muy lejos. Las noticias estaban donde pasé los primeros años de mi vida, donde tengo las raíces. 

Donde dicen que se tienen las raíces, porque yo no he dejado de regarme por todo el mundo. Y las raíces no me han anclado a ninguna tierra y a ningún sitio concreto. Por eso me sienta tan mal que corra el viento, aunque se flexible como el junco y no tieso como el ciprés que diría el Talmud.

Por eso, aunque siempre supe que vivir muy lejos tendría consecuencias, me sentí obligado a hacerlo. No miré atrás. Sabía que si miraba, seguramente me hubiera quedado. Y si me hubiera quedado, mis sueños nunca se hubieran convertido en realidad.

Esa mañana llegaron las noticias y tuve que salir corriendo. Me dijeron que ya no había vuelta atrás, que había muerto y no me lo habían querido decir hasta entonces. Me enfadé. De esa manera que alguien se enfada para tapar algún sentimiento que le oprime. Sin sentido, por hacer algo diferente y no dejarme caer en la emoción. Me enfadé por no haber sido avisado con tiempo.

Debería haberlo sabido, pero por mí mismo, no porque me avisaran antes o después. El enfado no tenía sentido y no era justo. La urgencia me comía y tenía que salir corriendo.

Pillé el primer avión que pude, enfadándome nuevamente, esta vez con el aeropuerto, con los fabricantes de maletas que no son estables cuando corres mucho, con quien decide el espacio entre asientos en los aviones de bajo coste, con las azafatas que insisten en convencerme que en un vuelo tan corto no podía pedir más whiskys pagara lo que pagara...

Nadie de mi familia estaba en el aeropuerto esperándome. Estaban velando el cuerpo y además no sabían cuando llegaba. Volví a enfadarme. Esta vez con los fabricantes de baterías de móviles, con los taxistas que no hacen turnos de noche y con los que, aunque lo hacen, no usan desodorantes y son del Real Madrid...

Enfado tras enfado hasta el cabreo final.



Llegué al tanatorio a tiempo. Al menos eso creía. Allí estaban todas y todos. Sorprendidos por verme. Y volví a enfadarme. Por su sorpresa, por sus palabras vacías, por sus abrazos lacrimógenos, por ese interés que tenían todos en contarme los bueno que era y la desgracia que es que siempre se vayan los mejores y además, de que se vayan tan jóvenes.

Me enfadé porque me estaban haciendo perder el tiempo. Quería verlo. 

- ¿Estás seguro?
- Claro, he venido a eso.
- No es agradable.
- Ya supongo...

Entré en la sala. El ataúd estaba cerrado. Llevaba horas cerrado allí y la gente estaba en el pasillo. Nadie pasaba a verlo, no se atrevían. Pero en cuanto yo entré, la mayoría se acercó al cristal para ver cómo me acercaba a abrir el ataúd y ver qué coño hacía allí, sin parar, tras llegar totalmente acelerado y visiblemente enfadado y sudoroso.

No era agradable, no. Pero no había vuelta atrás. Llevaba puesto un traje precioso, como de boda de un hijo. Aunque nunca vio casarse a ninguno de ellos, parece que guardara ese traje para una ocasión especial, y esa, sin duda lo era. Pero nadie quería verlo, aunque estuviera muy elegante.

Busqué en sus manos, entrelazadas sobre el pecho, pero no había nada. Las separé y miré bien en sus mangas. Nada. Los bolsillos exteriores de la chaqueta no tenían más que alguna estampa religiosa y una poesía que no quise leer, y un par de botones seguramente recuerdo de alguien que no quise saber qué significaba ni quién era.

Ahora sí que me estaba enfadando de verdad. 

Me estaba enfadando con ganas y con razón.

Me enfadaba cada vez más recordando cuando me sentí obligado a vivir muy lejos. Recordando cuando no miré atrás porque sabía que si miraba, seguramente me hubiera quedado. Y si me hubiera quedado, mis sueños nunca se hubieran convertido en realidad. En ese momento que supe que vivir muy lejos tendría consecuencias, pero que tendría que haber tenido la cabeza más fría y haber cogido todo lo que me pertenecía antes de partir.

Y si no cogí todo lo que me pertenecía, al menos tendría que haber recuperado lo que era mío e iba a necesitar para el resto de mi vida, porque podía pasar algo como aquello. Y había pasado y ahora no había vuelta atrás. Tenía que encontrarla como fuera.

Desabroché la chaqueta y empecé a rebuscar enfadado y nervioso en los bolsillos interiores. 

- Pero ¡Qué coño estás haciendo!
- Déjame, estoy buscando una cosa.
- No tienes respeto ninguno.
- Nunca lo he tenido, lo sabes...

La cosa empezaba a ponerse difícil. 

Yo estaba cada vez más enfadado, y la gente que andaba por allí se estaba empezando a enfadar, pero conmigo, simplemente por buscar lo que era mío y necesitaba.

- ¿Crees que puedes venir aquí, a estas horas, abrir el ataúd y ponerte a revolver sin el menor respeto? 
- Lo estoy haciendo, ¿No lo ves? Además, no creo que le esté faltando el respeto a nadie.
- Mira la gente. Está impresionada. Están asustados. No tiene ni idea de lo que pretendes, nadie ha querido ni ha podido ver el cuerpo… ¿A ti no te impresiona?
- Por supuesto, y me está costando… Pero dejadme tranquilo, necesito una cosa.
- ¿Qué cosa? ¿No te puedes estar quieto?
- Voy a coger lo que es mío. Y lo voy a coger ahora, dejadme tranquilo.
- ¡Dios! Esto no hay quién lo soporte… Voy a llamar a todos para que te detengan y te estés quieto.
- ¡¡¡Déjame!!! Estoy buscando y como sigas así no voy a terminar nunca, ¡Joder!

Ahora ya estaba completamente enfadado. 

Con todos esos que se estaban arremolinando en torno al cuerpo para importunarme y conmigo mismo por no encontrarla. Y más aún, por no haber cogido en su momento todo lo que me pertenecía, al menos haber recuperado lo que era mío e iba a necesitar para el resto de mi vida, porque podía pasar algo como aquello que había pasado. Tenía que haberlo hecho cuando me sentí obligado a vivir muy lejos y me fui sin miré atrás porque sabía que si miraba, seguramente me hubiera quedado. Y si me hubiera quedado, mis sueños nunca se hubieran convertido en realidad. Y ahora, las consecuencias que siempre supe que vivir muy lejos tendría, estaban encima de mi, y estaban empezando a ser cada vez peores por la incomprensión de todos los que allí estaban y se estaban enfadando por lo que estaba haciendo. Tenía que encontrarla como fuera.

- ¡¡¡Ya está bien!!! Estate quieto ya, por las buenas o por las malas, no nos hagas montar un escándalo… Hoy no. Aquí no. Ahora no.

Me agarraron y me separaron del ataúd. Quise revolverme pero me enfadé aún más y eso me tranquilizó y respiré…

- Sólo vengo a por lo que es mío.
- ¿Nos vas a decir qué es lo que buscas más allá de montar un escándalo en el tanatorio?
- Eso es mi problema. Pero he venido de muy lejos a por ella y no me pienso ir sin recuperarla. Es mía, sólo mía…

Se hizo el silencio. Y empezaron a hablar todos a gritos. Sólo entendía una cosa: “Está muy feo venir aquí después de tanto tiempo por tu interés a buscar cosas que quizás no sean tuyas, habrá que esperar al testamento”.

Ahí ya me encendí. No pude más:

- Me da igual testamentos y herencias: Lo que es mío, es mío, y lo pienso recuperar ahora mismo. Son muchos años esperando.
- Podrías esperar que se enfriara el cadáver…
- Al cadáver ya le da igual.
- No te entendemos. Esperábamos que ibas a tener cara como para ponerte a pelear por la herencia, pero no así…
- No pienso pelear por la herencia. Sólo quiero lo que es mío…
- Como todos.
- No. Yo sólo quiero lo que es mío. La herencia os la podéis repartir como os plazca. 
- Es lo que pensábamos hacer. No queremos saber nada de ti, como tú no has querido saber nada de nadie estos años…

Me volví a enfadar. Quizás, simplemente el enfado subió de intensidad, porque no había dejado de estarlo desde mucho tiempo atrás, pero me estaba alterando demasiado.

- ¡¡¡Iros todos a tomar por culo!!! 
- Tranquilo… Estate tranquilo, no la montes, por favor…
- Dejadme que la encuentre y me iré enseguida…

No pude decir más. 

Algo me pinchó en el brazo y lo siguiente que recuerdo es verme en las sillas del tanatorio con todo casi desierto. Había gente alrededor pero parece que velaban a otro muerto. Me dolía terriblemente la cabeza. Supuse que me habían drogado. Recordaba una enfermera pululando por allí momentos antes de perder la conciencia, mirándome como si escondiera algo. No podía respirar. Como siempre.

Y esa asfixia me recordó que siempre supe que vivir muy lejos tendría consecuencias. Que nada tendría que ver con las raíces, donde dicen que se tienen las raíces. Me asfixiaba por no haber mirado atrás, aunque supiera que si hubiese mirado, seguramente me hubiera quedado. Y si me hubiera quedado, mis sueños nunca se hubieran convertido en realidad. 

Pero podría respirar.



Pensé buscar un abogado, presentar una demanda. Luchar por la herencia, aunque no me interesara más que lo que era mío. “Como a todos” me diría mi letrado y me prometería un buen reparto. Pero yo sólo quería lo que era realmente mío. Lo que dejé atrás y no me llevé conmigo.

Quería mi nariz. 

Aquella que me robó cuando era niño y que nunca había podido recuperar. 

Quería volver a respirar y dejar de asfixiarme.

Quería…

Entonces, y sólo entonces, me di cuenta: Estaba respirando. No había recuperado mi nariz, eso era seguro, pero estaba respirando por primera vez en mucho tiempo.

Quizás volver por allí me hizo recobrar la nariz sin que yo lo supiera, porque no estaba asfixiado como solía. 

Como me ocurría desde que salí a vivir muy lejos.

A lo mejor mi nariz se quedó en un bolsillo interior de aquel elegante traje mortuorio y no la recuperaría nunca, pero volvía a respirar.

Por eso, aunque siempre supe que vivir muy lejos tendría consecuencias, me di cuenta que volver a intentar recuperar aquella nariz robada en mi infancia, en la última oportunidad que tenía de hacerlo fue una buena idea. No miré atrás. Sabía que si miraba, seguramente me hubiera quedado. Y si me hubiera quedado, mis sueños nunca se hubieran convertido en realidad. 

Aunque tuviera que vivir una vida sin sueños ni nariz... 

Porque, precisamente, el no tener sueños ni nariz era una certeza bastante más real que todo lo que me había pasado en aquella vida desde entonces...


Siempre supe que vivir muy lejos tendría consecuencias…




B.S.O. (II): "Mi nariz" (Andrés Calamaro & Andy Chango)




No hay comentarios:

Publicar un comentario

Cuantos más nos vean, más felices somos tod@s... ¡COMPARTE!