miércoles, 23 de mayo de 2012

La fidelidad de las fans y otras cuitas contemporáneas (Historia basada en hechos reales al estilo de los telefilmes vespertinos de fin de semana en Antena 3)



¿Conocen la típica historia del cantante que se hace famoso pero que sigue siendo majísimo con sus fans y las trata de maravilla y las invita a sus conciertos y son sus amigas porque estuvieron ahí desde que empezó y ahora, a pesar de que es un artista planetario, sigue teniéndolas en cuenta porque es un tío de lo más normal y el éxito no le puede cambiar? ¿La conocen? Pues vamos a desvelarles algo: Es FALSA.

No existe ninguna prueba empírica de que esto sea así. No hay ni un solo artista de éxito planetario que siga tratando igual a sus fans. Pero, lejos de la teoría de que el éxito se sube a la cabeza, lejos de la idea de que se endiosan cuando triunfan, lo que realmente cambia son los fans. Es una realidad científica y muchos estudios de prestigiosas universidades lo pueden demostrar. Y si no se fían de esos estudios tan estúpidos, hágannos caso. Aquí nunca (casi) mentimos. Al menos, no mentimos avalados por ningún estudio, ni por ninguna chorra-encuesta. Aquí rescatamos textos, o ponemos palabras a las vivencias propias y ajenas, y nos basamos en cualquier cosa para avalar nuestras ideas (aunque no las conozcamos) y que parezcan verosímiles. 

Siguiendo la costumbre de la casa, y sin dejar de mirar de reojo la carrera de tantos y tantos admiradísimos artistas que se quedaron en el camino por no gestionar correctamente el trato con sus fans, les transcribimos a continuación, apropiándonos de las palabras ya escritas en un diario de gira de un artista planetario que ha sido comprado por la Fundación de Amigos del Síndrome de Diógenes de cabezadeavestruz. Algo que ilustra lo que intentamos decir y que iluminará sin duda su percepción sobre un tema tan poco tratado como de vital importancia para el progreso de la humanidad.




DIARIO DE GIRA: Día 25 

La venta de entradas no ha ido bien. Salir al Reino Unido parece ahora mismo un error de bulto. Una de esas cosas que haces o dices cuando vas lanzado que puede acabar sepultándote por siempre. Como el precoz “te quiero”, como el tardío “me gustas”, como el intento de beso previo a que te hagan la cobra, como tantas otras cosas. 

Me dejé fascinar una vez más. Dejé de escuchar a los demás y sólo hice caso a sus palabras. 

Ella, mi mejor fan. Mi única fan cuando no había más. Ella, siempre ella. La única que siempre quiso escuchar todas esas canciones de nuevo. La que siempre quería tocara sólo para ella. La que no se iba porque sabía era demasiado lenta para huir de mi cuando la estaba mirando.

No vendrá nadie. El Estadio de Wembley estará vacío. Sólo ella. A escucharme y darme su apoyo. Siempre está ahí, o al menos eso parece.

Voy a tocar en un marco incomparable*. En un estadio donde se han realizado alguno de los conciertos más multitudinarios de la historia de la música. Donde quieren tocar todos los grandes, donde quería consagrarme internacionalmente. Demasiado pronto. Por fiarme de ella.




La necesito en primera línea. Pero ella necesita también sentirse la única. Quiere ser mi mayor apoyo y yo necesito ser su artista de referencia. Cuando estoy delante me hace pensar que no hay nadie como yo, y eso me gustó, me gusta, y me gustará. Pero sé que cuando me retiro a los camerinos y dejo la gira para preparar un nuevo material, ella sigue a cualquier otro. Me gusta y me hace sentir especial. Soy su artista preferido, pero cuando no estoy me recuerda pero mira a otros. Y con otros es puntualmente feliz, aunque intente convencerme que soy el único y más importante.

Da igual. Los dos sabemos que es falso. Intenta convencerme de que sin ella no soy nada y yo la trato de convencer de que triunfaré tarde o temprano y tendré mucho que agradecerle. Pero ella me intenta convencer de que el día que sea rico y famoso no la necesitaré y empezaré a tirarme a todas sus amigas sólo porque seré una estrella y no le deberé nada. Sé que lo dice para parecer una víctima y despertarme más dependencia aunque sea por pena o ternura. Da igual.

Hoy empezaré el concierto a la hora convenida. No se ha vendido ni una sola entrada. Me he dado cuenta de que no tengo amigos cuando estar ahí supone un mínimo de dificultad. ¡Qué fácil es ir a mis conciertos cuando hay copas gratis! Hoy no se ha vendido ni una sola entrada. 

Sólo va a estar ella. En primera línea. Invitada, por supuesto. Como si fuera la primera vez que me ve en directo. Conociendo todas mis canciones con la ilusión de una adolescente primeriza, ella sola, con todo Wembley para los dos. Tendré momentos en el concierto en los que pensaré que soy afortunado por tenerla ahí mirándome y haciéndome creer que soy lo mejor que ha conocido, pero cuando termine el concierto y pille el vuelo de vuelta a casa sabré que habrá aprovechado el viaje a Londres para ver y admirar a otros artistas. Aunque vuelva en unos días con el cuento de siempre, de que soy el mejor y que no conoce a nadie mejor a quién admirar, yo veré en sus ojos el reflejo de las miradas a otros que tan solo y traicionado me hacen sentir a veces. Pero no puedo pensar en ello ahora. Sólo va a estar ella.

Y voy a dar el mejor concierto de mi carrera. Es así, soy incapaz de no mentirme a mí mismo. Me mira y me creo mejor de lo que soy. Y como me lo creo, lo hago. Y su mirada, su sonrisa, sus aplausos me hacen sentir el más grande. Y hoy sólo va a estar ella. Y no voy a pensar en lo que va a hacer después del concierto, porque durante el mismo va a estar ahí. Por mí…

Para mí…

Hoy voy a dar el mejor concierto de mi carrera en un Wembley completamente vacío.

¿Completamente? 

No. 

Estará ella. Como casi siempre. Y eso es lo único importante cuando la inseguridad del escenario y los focos te ciegan y no puedes ver al público…






*: Siempre quise meter “marco incomparable” en el blog y creo que hasta hoy no lo había conseguido.





B.S.O.: “Agradecido”, Rosendo




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