martes, 11 de octubre de 2011

Fotos que me hubiera gustado hacer a mí (Volumen V): Una Habitación con Vistas




"Un hombre es un animal con dos piernas y ocho manos"
(Jayne Mansfield)

Corría la segunda mitad de los años 50. Yo todavía no existía, ni siquiera era un proyecto. Los móviles con cámara significaban una utopía tan grande como mi salud mental. Pero era la segunda mitad de los 50 y estábamos en Beverly Hills. Y eso ya era más de lo que podemos decir hoy cuando no nos dejan entrar en ciertos sitios por llevar un peinado inadecuado. Y dentro, hoy, ni siquiera estará la Mansfield, ni la Loren, ni siquiera Sinatra, aunque este no lleve escote, ni posea grandilocuencia mamaria, ni salga en la foto, aunque yo lo quiera intuir. Cuestiones de mitomanía que han jalonado mi existencia desde que me conozco, desde que me mitifico…

La Mansfield era una actriz mediocre. Casi nadie la recuerda. Al menos yo, no la recuerdo en el cine. Pero sí en las fiestas, en los pósters, en los calendarios. Pero yo no había nacido todavía en la segunda mitad de los 50. La Mansfield era algo así como una Marilyn Monroe de Segunda División B, pero con más pechos. No era nadie al lado de Sofía Loren. Ni siquiera era nadie al lado de Marilyn. No era nadie como yo no lo soy al lado de mí mismo, pero esa es otra historia que ahora no toca. Cuentan que la Mansfield, con ganas de ser una persona notoria, ansiosa de fama, llegó a escenificar dos veces su entrada en aquella fiesta porque en la primera no había prensa para dejar constancia.
Si yo hubiera vivido en la segunda mitad de los 50, la Mansfield me hubiera dado mucho miedo. No me hubiera atrevido a acercarme a ella. Pero si yo hubiera vivido en la segunda mitad de los años 50 siendo famoso, ella se hubiera acercado y a mí no me hubiera dado miedo porque yo era famoso y los famosos no tienen miedo, al menos en público. Y me hubiera odiado pese a todo, por escribir tantas veces la palabra hubiera…


La Loren era otra cosa. La Loren no era rubia. Era morena, y eso ya es importante. La Loren tenía unos grandes pechos, pero no era conocida sólo por eso. La Loren tenía una carrera de éxito en el cine y ya estaba empezando a ser una estrella del celuloide. La Loren no era rubia, era una gran actriz, tenía una hermosa delantera y no necesitaba de publicitarse en fiestas para ser relevante, más bien al contrario.
 
(Nota del corrector: El anterior párrafo puede escribirse en tiempo presente sin que pierda rigor y seguirá siendo fiel a la realidad reflejada, a Sofía Loren)
Si yo hubiera vivido en la segunda mitad de los años 50, la Loren me hubiera dado mucho miedo. Quizás más que la Mansfield, pero por lo menos sería un miedo justificado. La Loren tenía cara de perdonarte la vida, y miraba el escote a la Mansfield con una mezcla de envidia infundada, deseo morboso, extrañeza transalpina y desprecio altanero.
(Nota del corrector: El segundo componente de la mezcla con que la Loren miraba el escote de la Mansfield es algo no comprobado, sacado de los húmedos sueños de alguno de los redactores de cabezadeavestruz del que no desvelaremos su identidad porque ya ha sido despedido por obseso contumaz)
La Loren es una gran actriz. Al menos yo, la recuerdo en un montón de películas. Aunque también en las fiestas, en los pósters, en los calendarios. Y no era rubia. La Loren no tenía –ni tiene- nada que ver con Marilyn Monroe. Nunca las han comparado, ni siquiera despectivamente. Pero en aquella fiesta de la segunda mitad de los 50, la Loren miró un escote sintiendo la amenaza de la mismísima Marilyn Monroe, aunque fuera de Segunda División B.
Yo no había nacido en la segunda mitad de los años 50. La Loren era una prima donna, pero con más pechos. Lo era todo al lado de la Mansfield. Lo era todo como yo lo soy cuando le hablo de mi vida a mi madre, pero esa es otra historia que ahora no toca. Cuentan que la Loren farfulló con malos modos alguna que otra palabra en italiano a su acompañante refiriéndose a la Mansfield, pero o no había prensa para dejar constancia, o esa prensa, muy típicamente americana, no entendía el italiano.

Jayne Mansfield, murió a los 34 años en un accidente cuando volvía en coche de una fiesta. No de esta fiesta, pero sí de una fiesta.
Sofía Loren sigue viva y bellísima a sus 77 años recién cumplidos.
Yo no estuve en esa fiesta ni hice esas fotos. Me hubieran encantado ambas cosas.
Un día me levanté tras soñar que había sido el escote de la Mansfield en esa fiesta. Sentí que su mirada me completaba. Que sólo sentir los inquisitivos ojos de la Loren en mis pechos me hacía más grande, más importante, mejor… Y recuerdo que la sensación me gustó. Me recordó la sacudida que sufría mi cuerpo cuando me mirabas y me creía siempre a varios palmos sobre el suelo. 
Me sigue pasando y ahora no estoy soñando. 
Ni soy el escote de la Mansfield. 
Y, ni mucho menos, soy rubia…

Ayer me acosté empeñado en soñar ser la mirada de la Loren en aquella fiesta. Como de costumbre he despertado sin recordar nada de mis sueños. Me he maldecido a mí mismo por mi inutilidad y me he creído mirándome con la reprobatoria mirada de la Loren. ¿Entiendes ahora porqué era tan importante no perder nunca la habitación con vistas? Y me dije que, al menos, no soy rubia y siento que tus ojos se cruzan con los míos aunque te mire el escote. 
Y eso es mejor que cualquier habitación con vistas. 
Aunque sean al mar. 
Aunque sean al escote de la Mansfield.


Corría la segunda mitad de los años 50. Yo todavía no existía, ni siquiera era un proyecto. Los móviles con cámara significaban una utopía tan grande como mi salud mental. Pero era la segunda mitad de los 50 y era Beverly Hills…


"Sex-appeal es en un 50 por ciento lo que tiene una mujer, y en el otro 50 por ciento lo que las demás personas creen que tiene" (Sofía Loren)



Fotos: Joe Shere



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