lunes, 31 de enero de 2011

Microrrelatos Sin Pudor (Volumen 15): Cajas de Cerillas.

“Tú porque eres rubia y estás muy buena, pero la vida del friky es muy dura…”
(Conversación real ejecutada por una especie de Sheldon Cooper desmejorado a una, evidentemente, rubia que estaba muy buena, escuchada a la puerta de un concierto por la que suscribe)



Anoche dejé un par de paquetes de cerillas por ahí. Las camareras me miraban extrañadas. Eran para ti, pero parece que no las encontraste. No pasaste por los bares adecuados, o no te dieron mi mensaje.
Las camareras son unas perras celosas. Cada vez que entro en un bar me miran mal. Dice una amiga que me visto demasiado provocativa como para no esperar que me miren mal. ¿Celos? Por supuesto. Sé que estoy muy buena y lo aprovecho. Si no querían que fuera así, que no me hubieran convencido toda la vida de ello. Yo no lo elegí, simplemente lo aprovecho.

Dejar cajas de cerillas con mi teléfono por los bares que frecuento esperando que las llegues a encontrar es una actividad tan estúpida como arriesgada, pero no encuentro mejor forma de conseguir que veas que te estoy esperando. Cada vez me llaman más imbéciles que quieren follarme. Cada vez me cuesta más decirles que no. Cada vez me siento más inactiva sexualmente, aunque cada vez pase más gente por mi cama.



Mi cama te espera. Te lo puse en la última caja de cerillas que se quedó en el bar donde estabas aquella noche. Me dicen que no te han vuelto a ver por allí. Me dicen que no eras una clienta habitual. Me dicen que no pegamos nada. Me dicen muchas cosas mientras me miran las tetas.

Sólo quiero que vuelvas a mi cama.

Todavía no has estado en ella, pero ya te echo de menos.

Aún no te has ido y ya estoy esperando que me veas desnuda por primera vez.


PD: Soy yo, la rubia del fondo de la barra. Y el imbécil con el que estoy hablando no me importa nada, no te preocupes. Te espero, preciosa.



martes, 25 de enero de 2011

Otra noche sin dormir (Volumen 8): Dylanesca


Se despertó sobresaltado como tantas otras veces. Corrió a por la guitarra y su bloc de notas. Algo había aparecido en su cabeza y sabía que era bueno. Puede que fuera la canción que llevaba tanto tiempo esperando.
 
Tres acordes básicos para enlazar su casi adquirido estado de despierto con la recién abandonada somnolencia. Empezó a acoplar la letra a la música según le dictaba la cabeza. Y como tantas otras veces, desesperado, tiró el bloc al suelo y se volvió a la cama. 

Aquello no funcionaba. Ahora, encima, no podía volver a dormirse. Llevaba tres días despertándose sobresaltado, sudoroso, excitado por la emoción de sentir que tiene algo grande a punto de estallar en su cabeza. La canción estaba allí, esperando que le diera forma. Pero noche tras noche se despertaba y sólo conseguía escribir acompañando su Do - Fa – Sol - Do...
 
Nobody feels any pain
tonight as i stand here in the rain.
everybody knows that baby's got new clothes,
but lately i see her ribbons and her bows
have fallen from her curls.

She takes just like a woman.
she makes love just like a woman.
and then she aches just like a woman.
but she breaks just like a little girl.

Just Like a woman otra vez. Una y otra vez… Aquello estaba dejando de tener puta gracia, si es que la había tenido alguna vez… Just like a woman. 

Y volvía a la cama y ya no conseguía dormir. Y cuando lo hacía, era peor. El sueño se trasformaba en pesadilla y veía al Cabo Gutiérrez de "Amanece que no es poco", echándole una bronca por plagiar a Dylan…
 
Si ni siquiera le gustaba Dylan. No lo entendía, no lo seguía. Sí, era bueno, por supuesto. Sí, estaba en la historia de la música, pero no era ni de lejos, uno de sus trovadores de referencia.
 
Just like a woman. Una y otra vez.
 
 

 
Llegaron tiempos difíciles: "Aguantaba como una mujer, sufría como una mujer… Y lloraba como una niña". Y así, noche tras noche.
 
Y decidió abandonar sus sueños. 
Quizás fuera lo mejor, lo más sencillo.
 
Abandonar la intención de escribir esa canción que le perseguía podría ser la respuesta. Decidió entumecer su mente con canciones insustanciales, con el objetivo de que desapareciera de su interior el ansia por escribir LA CANCIÓN. La que estaba por llegar. La canción que llevaba dentro. La canción para la que estaba predestinado.
 
En un tiempo, no volvería a soñar con esos acordes. No volvería a escribir aquellos versos.
 
Y dejó sus noches somnolientas en brazos de otras cosas. Y se abandonó en brazos de otras mujeres.
Y dejó de soñar.
 
E hizo el amor como una mujer… Just like a woman…

Y una noche, sin esperarlo, se sintió preparado para despertarse bruscamente con los versos que debían componer aquella canción que estaba esperando. Y esa noche, se despertó sobresaltado, pero no como tantas otras veces. Corrió a por la guitarra y su bloc de notas, con más ansia de lo normal. Algo le había vuelto a aparecer en la cabeza y ahora sí que sabía que era bueno. Puede que, por fin, fuera la canción que llevaba tanto tiempo esperando. Do – Rem– Mim – Fa – Sol… 

Once upon a time you dressed so fine
You threw the bums a dime
in your prime, didn't you?
People'd call, say,
"Beware doll, you're bound to fall"
You thought they were all kiddin' you
 
Pensó que Dylan quizás tuviera razón.
Pensó que quizás, él estuviera equivocado.
Pensó en no dormir jamás.
Pensó en dejar de buscar la canción.
Pensó que ahora ya sabía algunas palabras pueden hacer daño.
 
Pensó en Dylan y pensó en él. Y dejó de pensar…

Ahora ya sabía por fin "Qué se siente, al estar consigo mismo, al estar sin un hogar, como un completo desconocido…"
 


martes, 18 de enero de 2011

Microrrelatos sin pudor (Volumen 14): California

Anoche te miré y me di cuenta.
Eres demasiado mayor para seguir siendo una niña.
Desgraciadamente, eres demasiado niña para ser mayor.

En nuestro último año de High School nos hicimos la promesa de seguir siempre juntos. Queríamos ir a California y estudiar Cine o algo parecido. Pasaríamos los días en la playa y haríamos lo mínimo para aprobar. Viviríamos de vender marihuana y tendríamos una relación abierta. Por mi cama pasaría todo aquello que se moviera y me llamara la atención sin que nunca me pusieras una mala cara. California sería nuestra tierra prometida.



Eran bonitos planes. Pero nadie contaba con que ni siquiera nos volveríamos a ver después de la Fiesta de Graduación.

Veintitantos años después, trabajas en un taller mecánico. Me gustaría ir a verte y preguntar cómo te va, pero no tengo coche. No hay excusa. Ni siquiera tengo carnet de conducir. Sigo soñando con California. Aunque odie el calor.

Eres demasiado niña para ser mayor.
Desgraciadamente, eres demasiado mayor para seguir siendo una niña.
Anoche te miré y me di cuenta.



viernes, 14 de enero de 2011

“De vez en cuando la vida nos besa en la boca”


I: Ella
 
Se apoyó en el quicio de la puerta como cualquier otro día. Esperaba clientes. No tenía cuerpo para nada, aunque lo necesitaba más que nunca. Hacía días que el frío había llegado Madrid sin avisar, y a ella se le olvidó disminuir su escote.
Ya no tenía solución: La nariz le estaría moqueando hasta bien entrada la primavera. “Mala época” pensó para sus adentros, mientras recordaba que ayer tampoco había cenado. Tal vez hoy pueda ser un buen día…
 
Pero no lo fue.
 
Al día siguiente volvió a apoyarse en el quicio de la misma puerta. Esperaba clientes. Seguía sin tener cuerpo para nada, pero su escote era la imagen más hermosa que se podía ver en varias manzanas a la redonda.
En esas mismas manzanas a la redonda, hacía un tiempo que se venía escuchando los acordes de un trovador que le alegraba un poco las largas esperas. Como decía aquella vieja canción, a ella le encantaba que él cantara porque le hacía sentir bien. Al menos, le hacía sentir mejor.

II: Él

Se colocó con su guitarra en la boca de metro de costumbre, como casi todos los días. Esperaba que la gente al pasar fuera más generosa hoy. No tenía ánimo para nada, pero cuando enlazaba tres o cuatro acordes olvidaba porqué estaba allí y que poca gente se paraba a escucharlo. Y tras tres o cuatro canciones, estaba cerca de no darse cuenta de que no le habían dado ni para un mísero café con el que calentar el cuerpo. El frío de Madrid ya no lo contrarrestaba casi ninguna canción. Cada día le costaba más mover sus dedos por los trastes del mástil ajado de su vieja guitarra. “En primavera suenan casi todas las canciones mejor”, pensó para sus adentros, mientras recordó que ayer tampoco había cenado. Tal vez hoy pueda ser un buen día.
 
Pero no lo fue.
 
Al día siguiente volvió a colocarse en el mismo sitio. Esperaba generosidad. Seguía sin tener ánimo para nada, pero sus canciones eran los sonidos más hermosos que se podía oír en varias manzanas a la redonda.
Por aquellas mismas manzanas, hacía un tiempo que tenía localizado un escote que le alegraba un poco las largas esperas. Como decía aquella vieja canción, a él le encantaba aquel escote porque sólo con verlo se inundaba todo su ser de alegría. Al menos, le hacía sonreír.

III: Ella y Él
 
Andrea salió de su pueblo hace muchos años con intención de ser actriz. Un montón de tiempo después, alejada ya de aquellos sueños de adolescencia, se dedicaba a actuar en privado para todo aquel que le diera unos euros con los que ir tirando.
 
Julián salió de su pueblo hace muchos años con intención de ser cantante. Un montón de tiempo después, alejado ya de aquellos sueños de triunfo masivo, es feliz cuando alguien le sonríe al escuchar sus canciones, aunque haya días que no saque para cenar. En privado se reconoce cantante, aunque no sea suficiente para ir tirando.
 
Andrea tiene días mejores y peores. Los mejores siempre tienen banda sonora. Julián le quita muchas penas con sus acordes, aunque él no lo sepa.
 
Julián hace tiempo que varía su ruta para llegar a su escenario sólo por cruzarse con su escote. A veces se siente mal porque sabe que reconocería ese escote entre un millón, pero casi ni conoce la cara a la que pertenece. Piensa que un romántico como él no puede permitirse esas veleidades tan carnales.

IV: Ella, él, el pasado y el futuro.
 
Julián lleva tiempo con ganas de presentarse a ese escote. Lleva tiempo obsesionado con conocer mejor la cara a la que pertenece ese escote. Tiene ganas de saber a qué suena su voz. Pero tiene mucho miedo de que no le guste, y deja pasar los días excusándose en que hay cosas que es mejor dejarlas que estén como están.
 
Andrea lleva un tiempo en el que no se quita de la cabeza una linda melodía. Sabe que se la escucha de vez en cuando a Julián y fantasea con la idea de pedirle que la cante sólo para ella. Hace mucho que no se acerca a alguien sin sentir turbada a esa persona con su presencia, y eso la frena de arrimarse.
 
Julián recuerda que siendo niño tenía sueños. Madrid se los comió. El frío amenaza con comérselo a él también. Un invierno pasado es un invierno ganado, pero no sabe si merece la pena seguir luchando. La mayoría de los días fríos, sus dedos necesitan cualquier cosa menos deslizarse por el traste de su vieja guitarra.
 
Andrea sabe que ya es demasiado tarde, aunque sueña con que pase algo que le dé un giro completo a su vida. Maldice haber visto Pretty Woman cuando era cría, porque ahora siempre quiere pensar que hay esperanza hasta para ella. El frío de Madrid no ayuda a nada. “Un invierno más y se acabó”, se dice. Pero en el fondo sabe que no es más que otra mentira. Como todas las películas que vio e hicieron que deseara ser actriz desde pequeñita. El invierno de Madrid no es ninguna película y ahora ya lo sabe.

("El Beso" de Robert Doisneau)

 
 
Anexo irresponsablemente edulcorado:
 
Un guionista del mismo pueblo que Andrea y Julián (Que sí había cumplido sus sueños al irse a Madrid) fantasea irresponsablemente con un encuentro fortuito entre ambos:

-    Perdona, pero me gusta mucho esa canción… ¿Qué es?
-    “De vez en cuando la vida”, de Serrat
-    Es preciosa, te la escucho cantar muchos días, desde allí…
-    Yo también te veo muchas veces
-    Me alegro. Si me ves es porque hago bien mi trabajo-dijo ella entre risas
 
Ahí es donde él se dio cuenta de todo. No lo podía creer, pero esa risa era inconfundible. Hay detalles que se graban a fuego en la memoria de uno, que ya puede pasar toda la vida que no desaparecen nunca.
 
-    Yo te conozco –dijo quitándose el gorro de lana y echándose el pelo para atrás.
 
Ahí es donde ella se dio cuenta de todo.
 
-    Y… Yo…
-    ¿Andrea?
-    ¿Julián?
-    ¿Cuánto ha pasado? ¿20 años? ¿Más?
-    Algo así ¿Qué haces por aquí? ¿Cómo te va todo?...
 
Se sintió avergonzada de la pregunta justo en el momento de terminar de hacerla. Se puso colorada y él lo notó.
 
-    Ya ves. Creo que a ninguno nos va demasiado bien, ¿No? Con lo felices que éramos cuando paseábamos de la mano escondiéndonos de todos entre los girasoles.
-    Nos creíamos novios, aunque no sabíamos ni lo que era eso… Y ahora, ya ves, no paro de tener novios… Uno a cada rato, por la cuenta que me trae.
-    ¿Quién nos lo iba a decir? Me acuerdo mucho de aquellos años… Ya no queda nada de aquel Julián, aunque me gustaría engañarte y decir que sigue dentro de mí… Ni siquiera te he reconocido hasta que te has reído. Sólo me fijaba en tu escote.
-    Por aquel tiempo no tenía escote, es normal que ahora te sorprenda… Tus ojos siguen siendo iguales, aunque hasta hace un rato ni me había fijado… ¿Te puedo dar un abrazo o te quitaría fans?
-    El problema es que si te doy un abrazo, igual soy yo el que te quita clientela… Y no tengo suficiente dinero para ser tu cliente ahora mismo.
-    Abrázame. Yo nunca te haría pagar por algo así.
-    Yo tampoco lo haría, creo…
-    ¿Me cantas la canción? ¿Sólo a mí? Prometo dejarte una buena propina.
-    Te la canto si me prometes no darme propina…
-    No tengo otra cosa que darte.
-    No necesito nada, aunque no tengo nada más que ofrecerte que esto:
 
Se separó del fuerte abrazo que se estaban dando, cogió la guitarra y empezó a cantar “De vez en cuando la vida, nos besa en la boca”…
 
Al terminar la canción, ella se acercó y le besó en la boca.
 
-    Esto no lo vendo nunca. Nunca beso a nadie en la boca. ¿Te parece una buena propina?
 
Él contestó con otro beso en la boca. La besó como si le fuera la vida en ello. Los dos sintieron en ese instante que de vez en cuando la vida nos besa en la boca…

Comienza a nevar en Madrid y se aleja la cámara. 
En medio de la calle se distingue a dos personas abrazadas besándose a las que se les va viendo cada vez más lejos hasta no diferenciarlas entre la multitud.
 
Fundido a negro y títulos de crédito.
 
 

sábado, 8 de enero de 2011

Declaración de guerra:

Hola cariño:

Esto no es una canción de amor ni nada por el estilo. 
Es una declaración de guerra en toda regla. 
He decidido invadirte.

Hace tiempo que tus armas de seducción masivas 
están inquietando a todo lo que te rodea y yo, 
como garante del bien común,
voy a ser el que inicie las hostilidades. 
No creas que te voy a hacer el amor: 
Te voy a declarar la guerra.

No voy a tener piedad de ti. 
Quiero ir minando todas tus defensas hasta que, 
derrotada e indefensa, 
tengas que pedir clemencia. 
No te servirá de nada. 
No cejaré en mi ataque hasta que haya penetrado 
completamente en todos los confines de tus dominios. 
Unos dominios que pasarán a ser completamente míos. 
Unos dominios que no albergarán ni un solo rincón 
que no se estremezca por mis acometidas 
por tierra, mar y aire.

No voy someterme 
a las directrices de la autoridad pertinente, 
nunca lo he hecho. 
Nadie comprenderá mi ataque, 
nadie lo avalará públicamente. 
Pero serán muchos los que asuman 
que no es bueno para nadie 
que tu arsenal armas de seducción masiva 
siga creciendo con el tiempo.

Te declaro la guerra 
y no vas a poder a hacer nada para evitarlo. 
Te voy a invadir 
porque no tienes las suficientes defensas 
como para poder resistirme.
Desleal y sin mirar más que por mis intereses, 
te voy a invadir dramática y ferozmente. 
Aunque te haré pensar que lo hago por tu bien. 
Necesitas mi intervención. 
Necesitas que te posea y te invada, 
y que posteriormente cure las heridas 
que yo te he provocado 
para que sanes de ti misma.
Instauraré una falsa democracia a mi medida 
en tu cuerpo, 
cuando me levante de la cama y te quedes destrozada.

Cuando todo pase, 
dejaré en ti todo lo necesario 
para que siempre dependas de mí, 
para que estés a mi merced, 
para que disponga de tu territorio como fuera mío. 
Podré volver a campar por tu territorio a mis anchas, 
a mi antojo, 
sin tener que darte explicaciones 
porque lo he hecho para salvarte de ti misma.
Probablemente, pasará el tiempo, 
y haya otras amenazas que requieran mi atención, 
pero eres un territorio en litigio 
que siempre requerirás de mi vigilancia.

El otro día me levanté de la cama decidido a leer “Guerra y Paz”
Afortunadamente, 
volví a la cama a derrotar 
tus últimos indicios de resistencia inútil. 
Soy un criminal de guerra, 
pero nadie va a juzgarme jamás por ello. 
Y no estoy hablando de amor.


Cuantos más nos vean, más felices somos tod@s... ¡COMPARTE!