jueves, 28 de octubre de 2010

Gira de Promocional por el Primer Aniversario:

Lo más duro de tener un blog de éxito es tener que hacer giras de promoción. Escribo este post conectado a la Wi Fi de un Hotel de Varsovia donde he terminado la gira del Primer Aniversario, soportando que la alta velocidad por estos lares se asemeje a la que tiene el móvil de mi agente en pleno vuelo. Pese a ello no puedo quejarme: Los Polacos son gente encantadora. No saben casi quién soy pero no paran de agasajarme con vodka y preguntarme qué pueden hacer para que mi estancia sea lo más placentera posible. A diferencia de otros lugares, parecen confiar en mí, y no temen que destroce el hotel a modo de estrella del rock, como pasó en Estocolmo, y sobre lo que mis abogados me han insistido que no haga ninguna declaración por el momento.

La gira va bien, no se preocupen por mí. Como todos los grandes, soy más reconocido fuera que en la envidiosa España. Para muchos europeos, el que yo vaya a hablarles de mí y de cabezadeavestruz ya supone todo un honor, y no tengo que pedir perdón por todo lo que diga o haga. 

Sólo he tenido problemas en París por que ahora mismo es un verdadero caos por culpa de la huelga que asola la ciudad de la luz y casi toda Francia. Mis buenas relaciones con Carla Bruni no han sentado nada bien a la izquierda del país vecino, pero soy incapaz de dar la espalda o ignorar a una antigua amiga por mucho que ahora se acueste con un enano incompetente que maldirige la República Francesa. Nos vimos en Versalles, a espaldas de Sarko, se filtró por la prensa y no sentó nada bien a ninguna de las partes en litigio. Pese a ello, la prensa rosa (aquí llamada "presse du coeur", que es lo mismo pero suena mejor) me trata con sumo respeto. Saben que no entro en sus juegos, a pesar de ser una pieza muy jugosa debido a mi turbio y oscuro pasado. Volver a ver a Carla, a solas, ha sido de lo mejor que me ha pasado en esta gira. Y sus ojos me dicen que no es feliz, que echa de menos muchas cosas, aunque tiene un eventual brillo de felicidad por mí, por ver que la sigo teniendo presente y por ver mi triunfo. Por mucho tiempo o cosas que pasen, nunca podremos olvidar lo que significamos y significaremos siempre, el uno para la otra y viceversa.



Berlín era una de las etapas más importantes de la gira. La prensa internacional dudaba de mi incursión en el mercado germano, y el carácter del pueblo alemán hacía dudar a muchos de que yo pudiera encajar bien, por mucho que las cifras de visitas a cabezadeavestruz desde allí indicaran lo contrario. Un escenario elevado, con la Puerta de Brandenburgo a la espalda, y una muchedumbre expectante de mis palabras era lo preparado para mi fugaz paso por Alemania. Debía dar un golpe de efecto. Mis asesores me intentaron convencer de que no era conveniente que me mostrara altivo ni petulante, que debía mostrarme humilde y cercano, aunque sepan que me resulta muy difícil en ciertos momentos, y que yo era consciente de que ese gentío se había congregado allí para verme a mí y no al contrario. Al subir a la tribuna y tras la presentación y palabras cálidas de afecto de Ángela Merkel, me acerqué al micrófono. Sabía que querían algo bueno, que no iban a conformarse con un timorato aspirante a escritor de tres al cuarto y tuve que darles lo que querían. “Ich bin ein Berliner” fue lo único que dije, y bajé del estrado. Suficiente. Sé que el pueblo alemán ya tiene cabezadeavestruz como un referente.

En Londres iba a tiro hecho. Sabíamos del éxito en la capital inglesa. La colonia hispano parlante que trabaja en la hostelería empezó a introducir cabezadeavestruz en las conversaciones de los bares, y de ahí se fue imponiendo en todo Londres. La férrea cultura anglosajona se siente honrada con mi visita, y todos los gurús de la modernidad británica querían hacerse una foto conmigo, que fuera a sus fiestas, que bebiera en sus pubs, que me acostara con sus mujeres, que tomara sus drogas… Fueron días interesantes, pero todo lo vi muy falso y forzado. No me querían a mí, querían lo que represento. No les culpo, yo he sido igual.
Parece ser que el día 30 se proyectará durante todo el día la imagen del blog en sitios emblemáticos como el Big Ben y la noria sobre el Támesis a modo de homenaje y querían que estuviera allí para iniciar el alumbrado. Desgraciadamente lo apretado de la agenda de esta gira no me lo permite, pero volveré. Tengo buenos amigos allí.

Italia era una plaza difícil. Por lo imprevisible del pueblo transalpino y por las reticencias que previas que puso el Gobierno Berlusconi a mi visita. Pese a todas las dificultades, se puede considerar el periplo italiano como uno de los puntos álgidos de la gira. Florencia, Milán, Roma, Nápoles y una isla del Adriático, de cuyo nombre no quiero acordarme, fueron las paradas en territorio italiano. En Florencia volví a sufrir el Síndrome de Stendhal por enésima vez en mi vida. Sé que suena a debilidad, pero soy humano. No puedo evitarlo, Florencia es así. Milán representaba la etapa más complicada, pero tras una reunión privada con Il Cavaliere todo empezó a ir sospechosamente bien. Se empeñó en acompañarme por toda la gira en tierras italianas, pero ni a mí ni a mis asesores nos hacía la menor ilusión, amén de no ser nada conveniente para mi imagen. Llegamos a un acuerdo tácito de terminar la gira en esa isla del Adriático que mencionaba y de cuyo nombre no quiero acordarme como su invitado personal en una pequeña casa de campo que tiene por allí, alejado de los flases de los paparazzis. Roma se me presentó como una ciudad volcada, que dio la espalda a las instrucciones del Vaticano de no recibirme, y por primera vez en muchos años, la ciudad vivió de espaldas a la Plaza de San Pedro. En Nápoles se volvió a vivir con mi visita un reflote de la pasión (nunca olvidada) maradoniana que impregna todo por allí. Cantar junto a una ciudad volcada aquello de "O mamma mamma mamma, o mamma mamma mamma, sai perché mi batte il corazon? Ho visto Maradona, ho visto Maradona, eh, mammà, innamorato son" realmente no tiene precio… Sobre la isla del Adriatico de cuyo nombre no quiero acordarme no voy a hacer mucha mención, pero hay que decir, sin que sirva de precedente, que Il Cavaliere en las distancias cortas y alejado de los focos del día a día, gana mucho…



En Lisboa empecé la gira. Alfama me recibió echada a la calle. Quise ir al Chapitô y a la Casa dos Bicos para recordar viejos tiempos, pero la GNR me lo desaconsejó por posibles problemas de orden público debido a la cantidad de gente congregada. Visitas semiclandestinas a la Casa de Pessoa y al Cementerio dos Prazeres y un buen agasajo en la Cerveceria da Trinidade, cerrada ex profeso para todos los amigos de la zona, fueron suficientes para pasar una gran jornada lisboeta. Pude disponer de algunas (pocas) horas en la capital lusa fuera de programa antes de tomar el vuelo y tras volver a antiguos barrios y rincones, descubrí que todo sigue igual en Lisboa, aunque yo haya cambiado. Ése era el encanto de los dos, y eso nos unía aún más y será así por mucho tiempo que pase. Dejé enterrado un lápiz de memoria con el contenido de cabezadeavestruz hasta el momento en un lugar perdido, sin boato ni parafernalias, como regalo íntimo y personal a la ciudad de las siete colinas y marché prometiendo no tardar mucho en volver.

Estambul, Oslo, Viena, Zagreb y Sofía fueron paradas fugaces, de menos de 24 horas. Son mercados copados y el tiempo era escaso.

De Marrakech y Amsterdam mi agente me recomienda no hablar mucho y remitirlos a las comunicaciones de prensa oficiales de la gira. Baste decir que fueron de las mejores paradas, aunque siempre que vuelvo a ellas, echo de menos a Carmina Ordóñez en la capital africana, y a La Oreja de Van Gogh en la de los Países Bajos. A una le encantaría ver en qué me he convertido a día de hoy, con todo lo que ella luchó para ello. A los otros los detesto por no seguir mis consejos cuando iniciaban su carrera musical y no haber puesto un buen bar de pinchos en el casco viejo donostiarra en vez de empeñarse en hacer sufrir a la juventud española…



Evidentemente me quedan en el tintero miles de anécdotas que desgranar sobre esta intensa gira promocional, pero creo que ya habrá tiempo de hacerlo en un futuro no muy lejano y, quizás, utilizando otro soporte. La Wi Fi en este hotel de Varsovia me está dificultando mucho el trabajo y estoy agotado. Katarina y Janna están aburridas de mirarme y tienen que atenderme…

¡Na zdrowie!

martes, 26 de octubre de 2010

Otra noche sin Dormir (Volumen 6): Manhattan y el trabajo.



Me desperté sudorosa y alterada… Lo primero es lo que realmente me molesta cuando pierdo el ritmo del sueño, lo despertarme sudorosa. Estar sudorosa es lo peor que le puede pasar a una mujer en la cama. Por supuesto, después de no poder dormir… Eso sí que es lo peor que te puede pasar.
Me levanté sin que se diera cuenta. No costó mucho -tiene un sueño muy profundo- y me planté en el lavabo a refrescarme un poco. Lo peor que te puede pasar una noche, después de no poder dormir y de estar sudorosa, es mirarte en el espejo y ver los pelos de loca que tienes de madrugada y descubrir lo mal que te queda su camiseta, por mucho que a ti te resulte muy cómoda para dormir. Quizás debería empezar a plantearme que lo de despertarme sudorosa se podría evitar durmiendo en pelotas. Eso me puede venir de que haya soñado con Marilyn Monroe y sus dos gotas de Chanel Número 5 para dormir. Desde que duermo tan mal, creo que empiezo a interpretar mejor mis sueños.
Mis sueños dormida, claro está.
3:52 A.M.: Como de costumbre, es demasiado tarde para volver a dormir, pero demasiado temprano para empezar a vivir si tu existencia se sustenta en un trabajo que detestas pero que te obliga a sentarte en él frente a una insulsa pantalla de ordenador a ver cómo te cuadran unas cuentas que no te importan lo más mínimo salvo cuando emiten señales extrañas que indiquen que están erradas y tu jefe se pueda cabrear contigo y tengas que buscar otro trabajo rutinario y deprimente con el que volver a comenzar el ciclo que te lleve a pasar más noches sin dormir rodeadas de obligaciones que te permitan alimentarte y permitirte algún que otro capricho de cuando en cuando…
A veces pienso que yo no debería ser así, que me han diseñado defectuosamente. Por qué pienso en tantas cosas…
4:07 A.M.: Me ha salido un pequeño grano en la nuca, en el nacimiento del pelo. No es que sea importante para no poder dormir, pero cuando no duermes descubres cosas insólitas que sólo tienen importancia en esos momentos.
¿Realmente merece la pena vivir así? Es duro hacerse esa pregunta cuando una está sudorosa, son las cuatro de la mañana, tiene el pelo revuelto como una loca, debe ir a trabajar en unas pocas horas y lleva puesta una camiseta de propaganda que le hace de camisón.
¿Es esto lo que me prometieron y por lo que tenía que rezar cuando era pequeña? Debería olvidarme de los gurús eclesiásticos de mi infancia y acercarme a los gurús de mi madurez. Enciendo la tele y no encuentro respuestas. Era de esperar. Busco en la estantería algún valor seguro, algo que nunca me falle y me topo con Manhattan.
 
Ahí están las respuestas:

¿Por qué vale la pena vivir? Ésa es una buena pregunta...

- Groucho Marx.
- Jimmy Connors.
- El segundo movimiento de la sinfonía “Júpiter”.
- Louis Amstrong y su grabación “Potato head blues”.
- Algunas películas suecas, claro.
- “La educación sentimental” de Flaubert.
- Marlon Brando.
- Frank Sinatra.
- Esas increíbles manzanas y peras de Cezanne.
- Los mariscos de Sam Wo´s.


"El rostro de Tracy..."
Saco una libreta y decido hacer mi lista de las cosas por las que merece la pena vivir...
9:57 A.M.: Suena el móvil. Mi jefe enfadado me pregunta por qué no he ido hoy a trabajar. No tengo excusa, me he quedado dormida. 
Quizás mañana sea otro día…


viernes, 22 de octubre de 2010

Anticrónicas de Conciertos en lasgafasdemike.com: Un puente de conciertos en tres actos


Nueva anticrónica etilico - musical en Las Gafas de Mike:




La web de Las Gafas de Mike parece que ha solucionado los problemillas que la tenían inactiva durante los últimos días, así es que ya pueden pasar por allí y disfrutarla.

Desde aquí, mi hígado, mi bolsillo y yo queremos agradecer a las personas que me acompañaron (es un decir) en esta nueva aventurilla de este humilde anticronista: Mis respetos por dejarse ver en mi compañía...

¡Salud!

jueves, 21 de octubre de 2010

Insert Coin:



La pantalla me miraba con el mismo desprecio que las mujeres lo hacían cuando me acercaba más de la cuenta.

Insert Coin
 
Me sentía estúpido esperando una respuesta mejor, pero pasaba el tiempo  y no la hallaba. Quizás allí no estuviera. Quizás no debía buscarla más.
 
Insert Coin
 
Hay días en los que, por mucho que busques en tus bolsillos, no hay moneda que echar a la máquina, y la frasecita te atormenta intermitentemente.
 
Insert Coin
 
No quiero dejar de verte, pero no puedo permitirme echarte monedas cada vez que cometa un error y pierda la partida. Simplemente, no puedo. Hay gente que empieza echando muchas monedas, y retrasa la llegada del Insert Coin, pero tarde o temprano se lo encuentra. Nada es eterno.
 
Insert Coin
 
No sé porqué tuve una temporada en la que me daba por echar para dos jugadores… Tarde o temprano moría uno de los dos y tenía que esperar el terrible final del otro. Peor que la muerte es esperar a verla. Aunque no sea uno el que muere.
 
Insert Coin
 
No llego a entender porqué le doy tanta importancia ahora a cosas que antes no la tenían. Nunca me interesó la nacionalidad de las meretrices y hoy no paro de ver rumanas en las whiskerías. Tampoco es que me disguste mucho, pero lo pienso. Busco, sin mucho afán, pero tengo que echar monedas. Ni siquiera tiene el glamour de meter billetes en el tanga de alguna señorita (rumana o no), simplemente es echar monedas.
 
Insert Coin
 
Hay cosas que no necesitan que les eche monedas, pero me interesan más bien poco. Y otras no parecen necesitarlo, pero creo que quiero echarlas de todos modos.
Pensaba que cuando se me acabara la calderilla no habría nada qué hacer. Me iría a la tumba con el permanente Insert Coin clavado en mi frente, pero si me doy la vuelta te encontraré ahí. Esperando, sonriendo, aguantando… Mirando. Con esos ojos verdes, con esa mirada que siempre me has dedicado sólo a mí. Con esos ojos que quise ignorar. Esos ojos que hice llorar y reír. Reír y llorar. Que dejé de admirarlos de tanto conocerlos. Ahora sé que podrán mirar en muchas direcciones, pero cuando aparezca el Insert Coin y los necesite, me daré la vuelta y los encontraré. Sólo espero que no se estropeen mucho con el humo del tabaco de los antros a los que te arrastraste por mi culpa. Tras de mí. Sin que yo lo valorara. Sin descanso. Sin esperar nada a cambio. Hoy sé que nunca podré librarme de tus ojos verdes, sólo espero que cuando me miren siempre sonrían… Como toda tú.
 
Insert Coin
 
Habrá un día en el que no saldrá Insert Coin y terminaré la partida. Habré acabado con la máquina, como tus ojos acaban conmigo, llegando al final de la aventura. Hoy quiero dar color a tus pensamientos. Hoy no soy el que iba a ser, ni seré el que era, pero con tu mirada y tu sonrisa sé que no se acabarán las monedas. Y si se acaban, a ti no te va a importar. Hoy sé que tus ojos me sonreirán mientras viva. Aunque en la pantalla ponga Insert Coin…


miércoles, 13 de octubre de 2010

Respuestas a Miss M

M solicita, con cierto asombro e indisimulada curiosidad que le hable de mí. Pero no de mí sin más. De mis miserias, de mi oscuro interior, de mi yo oculto. No es que sea una morbosa insaciable (o sí, realmente no lo sé) sino que yo le he dado pie a ello. Mi estúpida pose de chica atormentada y con un terrible e inaccesible interior oculto le ha despertado curiosidad.
Otras letras se sorprenderían de ésto. Son letras que se han acercado y han visto mi luz. Algunas incluso me consideran un ser luminoso y cálido al que merece la pena acercarse, pero no me lo dirían por no inflar mi ego. Son letras que nunca me han seguido el juego del maldito ser oscuro y tenebroso. Nadie ha entrado del todo. No les culpo: Yo soy la que no deja entrar.
Hay cosas que no se pueden ver. Hay cosas que nadie debería presenciar. Todos tenemos un cuarto oscuro al fondo de nuestra casa de campo. Hay personas que creen que es un honor dejarte entrar en él, pero no es más que una estratagema para enseñarte un trastero viejo y esconder en el sótano la verdadera porquería. Incluso hay quien tiene tan a la vista cierta clase de inmundicias que no merece la pena plantearse si hay más porque te asomas a la casa aguantando la respiración por la fetidez que desprende. No digo que no haya nadie que tenga toda la casa limpia, probablemente exista, pero incluso en el lugar más limpio hay alfombras bajo las cuales esconder lo que barremos con el paso del tiempo.
 

 
M quiere ver el sótano. Cuanto más escondes algo, más curiosidad despierta. Basta con que le digas a alguien “Ahí no se puede entrar porque lo que hay dentro no se puede ver” para que cualquier duda sobre su interés de echar un vistazo se disipe de repente pasando a ser una casi insana necesidad de entrar aunque sea con mascarilla. No puede haber nada tan terrible como para que no pueda verse –pensamos ingenuos- pero los vertederos nucleares se crearon para que todo lo allí se eche quede completa y herméticamente sellado para siempre. No son cien por cien seguros, pueden tener escapes, pero otra cosa es que nosotros mismos martilleemos la pared para abrir grietas.
El disco duro de mi mente está lleno de carpetas de archivos. Algunas están escondidas y no conviene que se active la opción de “mostrar archivos ocultos” a no ser que se sea bastante entendido en temas cibernéticos porque podemos joder todo el cacharro. Algunas están camufladas bajo extraños códigos de acceso y para llegar a otras la ruta es agotadora amén de liosa y enrevesada. En la mayoría de ella hay muchas cosas mezcladas.
Mi estado natural es el desprecio y la altanería. Estoy educada en ello. Siempre me consideré una chica especial. Todos somos seres especiales, diferentes, únicos e irrepetibles, pero algunas lo somos más que otras y, sobre todo, algunas lo creemos más que otras. No había chicas que me rodearan en mi infancia o en mi adolescencia en las que viera algo parecido a lo que veía en mí. Quizás si hubo chicos. Quizás. Evidentemente había gente interesante, pero a la mejor o al más interesante no llegué a verle cosas que sí veía en mí. Nunca se lo dije a nadie. No puedes pretender explicarle a alguien que tú eres diferente a todos los demás y que te entienda. Por eso tampoco puedes pretender explicarle a alguien que tu cabeza te dice cosas en ocasiones que, en la escala de valores en la que se mueve la sociedad actual, pueden ser tachadas de aberración, paranoia o incluso delito. Yo no he impuesto las normas. Ni siquiera las mías. Pero sigo un correcto programa de adaptación social que hace tener el sótano bajo llave. Algún psicólogo me dirá que no es bueno tener cosas bajo llave, pero ese psicólogo no puede ni imaginar lo peligroso que puede llegar a ser abrir ciertas puertas. Soy especial hasta para eso. Soy un caso clínico diferente, único e irrepetible.
Mi sótano tiene clave de acceso y he olvidado la combinación.
 
Quizás sea mejor así...



viernes, 8 de octubre de 2010

Microrrelatos sin Pudor (Volumen 12): Noticias Inesperadas.



Se levantó esa mañana más excitada de lo habitual. Estaba esperando una noticia pero no sabía bien cuál podría ser.
Puso la tele y vio que a Vargas Llosa le habían dado el Nobel de Literatura. ¡Bien! –pensó- Ahora se llenarán todas las casas de sus libros aunque sigan leyéndole los mismos… Quizás fuera un buen momento para empezar a leerlo. Su madre siempre se lo había recomendado, pero ella era más de Murakami, aunque no tuvieran mucho que ver.

Apagó la tele y sintió que la esperanza desaparecía catódicamente, una vez más. Se volvió a quedar sin Nobel. Quizás, sólo quizás, debería empezar a escribir si quería aspirar al Nobel de Literatura un año de estos…


Salió a la calle y llegó al trabajo. Tarde, como de costumbre. Su jefe le dio la noticia que estaba esperando y que la tenía más excitada de lo habitual:
"Tienes que colocar los estantes para los libros de Vargas Llosa. El cargamento está a punto de llegar..."

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miércoles, 6 de octubre de 2010

Mensaje en una botella


“Pensé: Ha llegado el momento de tirarles una botella a la cabeza. Cogí la botella y…, me serví una copa”
(Dostoievsky)

Me gusta escribir cartas. No las mando, pero las escribo. Empecé guardándolas en el cajón de la mesilla pero, a día de hoy y debido a su crecimiento en número, ahora tienen un trastero propio en la casa.
Mi casa es pequeña, pero viva donde viva, mis cartas tienen que estar conmigo. Destruirlas sería como perder el contacto con la gente a las que van destinadas. Tirar una carta de amor es como dejar de querer.
Me gusta escribir cartas y me gusta beber. Tanto bebo que ya no me caben las botellas vacías en casa. Mi mujer quiere que las guarde en el trastero de las cartas, pero me estoy quedando sin espacio.
Mi casa es pequeña, pero viva donde viva, no voy a dejar de beber. Tampoco de escribir cartas. Mi mujer amenaza con abandonarme si no hay espacio para las tres. Debo elegir entre escribir, la bebida o mi mujer. Necesito las tres, y no sé en qué orden.
A mi mujer la conquisté por carta. Fue la única carta que envié. Estaba borracho, por eso la eché al buzón. Desde entonces, no mando cartas y mi mujer se preocupa de que no beba demasiado hasta el punto de hacer cosas como aquella.
Si dejo de escribir cartas, la cabeza me explotará, y si empiezo a enviarlas para no perder espacio, reventaré porque me daré de bruces con una realidad que detesto. Para evitarlo debería beber más, pero acumularía más botellas y tendría el mismo problema. Si todos los amigos y parientes a los que destino mis cartas las recibieran, sería consciente de que no tengo amigos ni parientes. Si me deja mi mujer no tendrá sentido acumular las cartas en el trastero porque empezaré a vivir en el más absoluto caos y la bebida dejará de parecerme la mejor de las drogas.
A veces siento que nada tiene sentido. Pero no puedo dejar de escribir cartas, no puedo dejar de beber, no puedo dejar de querer a mi mujer. No puedo seguir viviendo sin espacio para mis pensamientos.

He decidido mudarme a un palacio. Creo que a mi mujer no le va a hacer gracia, pero al fin tendré sitio de sobra para mis cartas. Podré guardar las botellas vacías sin medir los espacios. Podré querer a más gente que a mi mujer. Tendré balcón y saldré a saludar. Y podré lanzar cartas y botellas a modo de mensaje para que caiga sobre la multitud que venga a vernos saludar los días señalados. 



Y además, tendré un cuarto de juego para que Carlotita no se aburra. Y cuando sea mayor, la dejaré que beba, escriba cartas y me considere su mujer.

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