domingo, 29 de noviembre de 2009

Mister Barbie vuelve: Segunda Entrega

En la página de la Asociación Cívica Ciudad de Badajoz ha vuelto a aparecer Mister Barbie. Parece que va cumpliendo con su compromiso mensual.

La segunda entrega ya está disponible:
¿Hay motocacas en Badajoz?

Seguiremos informando, si el tiempo y la autoridad pertinente lo permiten.
Ósculos varios para todos y todas.


miércoles, 25 de noviembre de 2009

Obsesiones y Parafilias (Volumen 1)

Hoy me he levantado extraño. No hay de nada extraño en ello. No estoy quitándole importancia, sólo digo que no es nada extraño que yo me levante extraño. Ramoncín presentó nuevo disco ayer en la Sala Joy Eslava. Esto no tiene nada que ver con que me haya levantado extraño.

No fui a verlo. Ya no me interesa, tenía mejores planes, estaba acatarrado, me dolía la cabeza, había quedado, fui a otro concierto (elíjase la excusa que más interese)… Hoy día 25 cum
ple 54 tacos y hay que reconocer que se mantiene muy bien el cabrón. Nunca me he planteado llegar si quiera a los 50, pero estoy convencido que no llegaría a estar como él. Soy más alto, tengo menos dinero y me odia menos gente sin conocerme, y eso, en una persona de mi terrible carácter ya es algo a favor.

Hoy me he levantado y me he sentido extraño. Quizás me haya despertado antes de tiempo y me haya dado tiempo a pensar más de la cuenta. Nunca paro de pensar, es innato en mí. Creí durante mucho tiempo que a todo el mundo le pasaba igual, pero resulta que hay gente que no tiene la cabeza en permanente ebullición e incluso son capaces de parar sus pensamientos a conveniencia. Yo no soy así. Quizás baje de revoluciones cuando duermo o cuando me pego un porrazo en la nuca, pero nunca paro. Esta mañana me he despertado con un centrifugado terrible en mi cabeza. No era resaca. No era extraño. Pero me ha dado para establecer ciertas conexiones con mi interior antes de lo previsto.

Me he levantado extraño. He recordado que hace muchísimo tiempo que no hago globos con los chicles. Algunos le llaman pompas de chicle. Antes las hacía (creo). Hoy he recordado, sin venir a cuento, que hace muchísimo tiempo que no las hago. No sabría decir si sé hacerlas o no. Hacer globos de chicle debe ser como montar en bici: Algo que no se olvida nunca una vez que aprendes a hacerlo. Pero… ¿Aprendí alguna vez a hace pompas con el chicle? No recuerdo. Mi mente está ocupada con mil y pico cosas más en este momento y no puedo concentrarme en ello exclusivamente. Esto será un problema para muchos pero a mí, lejos de suponerme un problema, me evita un montón de ellos. Hoy me he levantado extrañamente obsesionado con las pompas de chicle. Concretamente con la imagen de una lolita maravillosa que, despreocupadamente masca su chicle de fresa y en intervalos periódicos no homogéneos lo saca de su preciosa boca en forma de globo que estalla al encontrar su plenitud. Creo que voy a encerrarme en casa unos días. No puedo salir a la calle y correr el riesgo de cruzarme con una de estas chewing girls que tanto me obsesionan hoy. Puedo ir despistado, somnoliento o meditabundo pero si me cruzo con alguna no podré soportar lo que pueda producir en mí. Estoy acostumbrado a vivir cerca de ellas. En el colegio siempre hubo alguna, mirara donde mirara. Por muy despreocupadas que parecieran jugando con su rosado chicle, inflando y desinflando las pompas, sabían perfectamente el efecto que provocaban con esa actitud a su alrededor. O quizás no. O quizás todo esto sean recuerdos malinterpretados de mi infancia. Sólo recuerdo que pasé largas temporadas sin salir al recreo por miedo. A lo mejor estuve castigado, pero ya no me acuerdo. Cuando años más tarde, empecé a ir a los conciertos de Ramoncín, me volvió a pasar lo mismo. Mirara donde mirara siempre había alguna. Menos en el escenario. A día de hoy, cansado y aburrido del mundo gris por el que deambulo en un estado de coma inducido, hay momentos en los que globos rosa chicle rompen la monotonía pasando a mi lado seguidos de una lolita (o no tan lolita) maravillosa (o no tan maravillosa).

¿Natalie Portman hace pompas con el chicle de fresa ácida?

¿Scarlett Johansson hace globos con el chicle de fresa ácida?


¿Siguen existiendo los chicles de fresa ácida?


¿Estoy enfermo?

Hoy en día comprendo algo el porqué estuve tan enganchado al Bubble Bobble cuando había juegos infinitamente mejores. A día de hoy entiendo porqué para mí sólo existía el chupachups Koyack relleno de chicle de fresa y el resto me parecían insulsos. Algunas creen que mi interés es sexual. Desgraciadamente no es así. Estoy obsesionado con los globos rosas de chicle que salen de los labios de las lolitas. Mi fijación es insana, pero casta. Nunca me podré acercar a una de estas obsesiones, se volatizaría como muere un amor platónico al acercarse demasiado a él.

A día de hoy sólo masco chicle de menta sin azúcar. Hasta ese punto ha llegado mi obsesión. Y Ramoncín sigue cumpliendo años, sin que se le note demasiado (en lo físico).


jueves, 12 de noviembre de 2009

Buscando la Gripe A me he quedado en dos días de fiebre.

(Crónica de una convalecencia desaprovechada)

¿Cómo se busca una enfermedad? Las enfermedades vienen y van, pero nunca están cuando se las necesita. No he necesitado demasiado la enfermedad en mi vida. Me vale con la pereza y la desidia, se bastan ellas solas. Pero la busco con la “necesidad” con la que te tomarías un cubata de vodka cuando eres whisky-adicta. La necesidad no existe, pero beberse un ron (ahora que parece que lo bebe tanta gente) por mimetizarse con el grupo, aunque seas whisky-adicta es una forma de ver mundo. Aunque sea en el fondo de un vaso. Aunque sea en el fondo de los ojos de quien comparte la copa contigo. Sobre todo si es en el fondo de los ojos de quien comparte la copa contigo.

¿Cómo se persigue una enfermedad? Una de moda, no la peste, ni cosas de esas que ya casi ni quedan… Una gripe A, H1N1, de esas para las que te prescriben Tamiflu y que te dejan quedarte en casa aislada una semana como una apestada. Apestadamente a gusto, sin visitas (malditas y cobardes amigas), sin obligaciones (más allá de zapear enfermizamente entre la tremebunda programación matutina), recibiendo condolencias lastimeras por el móvil o por internet, descontando aterrada los días que quedan hasta volver al trabajo (por lo rápido que pasan y lo pronto que llega el final).

Me he abierto al mundo. He abierto mis putrefactos y negros pulmones al aire del mundo buscando la gripe A y he encontrado la fiebre. Ilusionada me he tomado la temperatura cada media hora viendo cómo mis constantes febriles seguían evolucionando a buen ritmo: 37’5, 38, 38’5, 39, 39’5… Y ahí he empezado a preocuparme. No es que me preocupe tener fiebres de 39 o 39’5 (para una chica de mi tamaño siempre han estado a la orden del día desde que tengo uso de razón), lo terrible es no encontrar más síntomas acompañando tan maravillosa e importante fiebre. Ahí es cuando se empieza a ser consciente de que algo raro pasa y no es la gripe A: Fiebre. Fiebre sin más. Fiebre y nada más. Fiebre al fin y al cabo.

No es que desprecie la fiebre, pero me sentí igual que en la mayor parte de mi adolescencia, cuando salías por la noche, echabas el ojo a la chica guapa del fondo de la barra, divina y maravillosa, y acababas haciéndole un favor a la pesada que se ha tirado toda la velada piropeándote y a la que no hiciste caso hasta que el bar se empezó a vaciar y viste frente a tí la terrible perspectiva de volver a casa sola. ¿Dónde se ha ido H1N1? ¿Por qué las mejores se van siempre con los demás? Con gente que no muestra el menor interés en ella. Con gente que sólo se acerca a ella porque está de moda…

No es que desprecie la fiebre. Siempre ha sido una buena amante. Pero no te sorprende. Ya no. Puede que las primeras veces te hiciera ver las estrellas o te arrastrara a insondables paraísos de locura, pero ya no. Me he acostumbrado a ella. Aunque siempre tenga la esperanza de que me sorprenda, me coja desprevenida, remueva mis entrañas, descoloque mis sentidos…

Según se cuenta, Kafka escribió más de una de sus famosas cartas bajo la influencia de un importante estado febril. Para que Lewis Carroll se adentrara en el mundo de su Alicia más conocida también tuvieron una importancia capital las fiebres. Pero estamos hablando de seres que podrían haber escrito millones de cosas sin recurrir a los delirios febriles.

Siempre que la fiebre llama a mi puerta, la recibo con ilusión. Pero podría venir 4 ó 5 días a la semana el resto de mi vida, y aún así no conseguiría escribir ninguna obra maestra. Lo asumo. Me pesa, pero lo asumo. Lo que no asumo es ser incapaz de escribir ninguna línea que verdaderamente merezca la pena y vea a la fiebre irse sin siquiera despedirse, como la aduladora ultimorecurso del bar de turno… Sin dejar poso, sin dejar por lo menos, algunos versos precisos (que no preciosos) que llevarme a la boca.

Algún día debería dejar de escudarme en todo lo que ocurre a mí alrededor, para recibir como Dios manda a mi amiga fiebre la próxima vez que tenga a bien visitarme. Dijo Picasso que
“las musas existen, pero tienen que encontrarte trabajando”, y yo no soy quién como para discutir a Don Pablo.

Pero, desgraciadamente, siempre me gusta ir a la contra…
¡Qué contrariedad!

Nota del Traductor:
Estas líneas no han sido escritas bajo el influjo de ningún estado febril. Tampoco consta que el Tamiflu haya tenido nada que ver. Cualquier contraindicación pueden reflejarla en los comentarios, abiertos siempre a cualquier aficionado (o no) a los medicamentos.


viernes, 6 de noviembre de 2009

Me acuerdo de tí y me apetece reventar el cursiometro

(Ligeramente “inspirado” en Bribriblibli de Extremoduro)


LAS AUTORIDADES SANITARIAS ADVIERTEN:
Si usted es diabético, no siga leyendo este texto.


Cuando decidí aceptar lo que siento por ti no tenía nada claro que un SMS no fuera suficiente. Con avisarte valdría. Ahora estoy seguro, estoy convencido que podría mandarte 1.200 mensajes para expresar lo que ruge en mi interior, y sobre todo, para que me entendieras, y aún así, no bastaría. Las palabras siempre se quedan cortas.
Claro que también te podría llamar por teléfono, pero la palabra sin el gesto nunca fue mi fuerte. Ni siquiera estoy seguro de que exista. Por mucho que me lo expliquen la veo virtual, la veo irreal. Además, ahora mismo me avergüenzo de mis gestos. Me parecen ridículos mi cara y mi cuerpo. No sé si sonreír o tensar los músculos. Cruzar los brazos denota distancia, cruzar las piernas te resultaría femenino. No sé qué hacer con mis miembros, no los siento míos.

Quizás debiera haberte escrito una carta en Blanco y Negro. El Blanco y Negro siempre me recuerda otro tiempo, otras películas, cuando no resultaba ridículo hacer locuras por amor, cuando siempre ganaba el bueno, el enamorado, que era yo, aunque no hubiera nacido.
O haber compuesto una melodía mágica y envolvente, la banda sonora de nuestras vidas. ¿Por qué no tenemos “nuestra canción”?

Si me pagaran un millón de euros cada vez que pienso en ti, dejarían de trabajar todas las personas que conozco y tu sueño de acabar con el hambre y la pobreza en el mundo se haría por fin realidad.
Ahora quiero que hagas que los míos dejen de ser utopías de adolescente que juega a no crecer ¿Lo recuerdas? Tú eres la campeona mundial y ni siquiera conoces las reglas, sueñas con ser Campanilla y yo sueño contigo.

Seguramente sea un don, pero haces que todo lo que te envuelve parezca mágico y que me haga feliz.
Hoy podría ser fiesta. El mero hecho de pensar en ti hace que gane el regalo de la tómbola, que la noria dé una vuelta más, que no me moleste el payaso del tren de los escobazos cuando trate de besarte en la oscuridad y que todos los que nos rodean sepan de repente que no necesito comprarte ninguna rosa para demostrar que te quiero.

Todas las canciones se olvidan, así son las cosas, pero tú me recuerdas constantemente que sigo vivo. Podría ser yo mismo, pero prefiero ser quién tú quieras que sea. Así me tienes buscando mi patria y mi bandera cuando la única nacionalidad posible es con la que tú puedas identificarme. Necesito tu presencia para entender mejor mi esencia.

Ya no quiero ser feliz, sólo quiero ser tuyo. Nunca puse barrotes a mi corazón pero ahora necesito que le pongas una cadena y un candado a mi alma.

Quiero que me des calor cuando tenga frío, quiero que me refresques cuando esté sofocado.

No sé lo que digo, sólo soy un canalla buscando tu sonrisa.

Voy a echarle valor. Todo es muy sencillo y ya no aguanto más: No puedo mirarte a los ojos sin sentir esa pasión de la que ya sólo se lee en las novelas románticas baratas.

Ahora comprendo que todo lo que he buscado en otro ser humano está en ti. Me gusta ser quién soy cuando estoy contigo.

Es infinito el amor que siento por todo lo que eres. No hay otra alma que nunca me haya echo sentir siquiera la mitad de la persona que soy cuando estoy a tu lado.

Me has cambiado para siempre por ser quién eres y por saber lo que significas para mí.

¿No vas a terminar tu obra? ¿No quieres pasar a la posteridad? No te niegues a ti mismo ser una celebridad. ¿Qué recordaríamos de Da Vinci sí hubiera dejado sin acabar la Gioconda? ¿Qué sería de Cervantes sin poner el punto y final al Quijote? ¿Hablaríamos de Mozart si se hubiera negado a seguir componiendo?
No te niegues a ese sentimiento: “El Padrino” es una trilogía, no se acabó diseñando el vestuario.

Úsame, haz de mí algo bonito. No permitas que la Luna nos vuelva a echar de menos. Lleva toda la eternidad añorándonos. No sé si merezco que me mires, no sé si merezco tu atención, no sé si merezco ser tuyo, pero permíteme ser presuntuoso por una vez en mi vida. Permíteme ser pedante. ¡Acercarme a ti es el acto más pedante que se puede cometer! Permíteme pensar que merezco tus miradas, permíteme pensar que merezco tus atenciones, permíteme pensar que merezco ser tuyo.
Permíteme pensar, aunque sea inmodestia, que puedo vivir. ¡Déjame vivir! ¡Ayúdame a vivir! Soy tan feliz cuando me das dolor, ¿no vas a darme también tu amor? Sálvame, con un beso y un abrazo y colmaré de mantas tu lecho para que no tengas frío. Soy tu cena ¿acaso no tienes hambre? Quisiera pintar una fuente en un papel para darte de beber ¿Acaso no tienes sed? No me dejes sentir que te estoy perdiendo cuando nunca te he tenido.
Me nublas la razón y emborrachas mi alma, eres un amor que desarma.

Ven con tus demonios hacia mí. Intenta aceptar lo que te pido aunque sea sólo durante 10 segundos. Con diez segundos bastaría.
Quiero que cuando respires el aire que me das te olvides del terror a la hoja en blanco... Soy un lienzo virgen, un fotograma sin filmar, soy una guitarra sin afinar...
Pero no temas. Si estamos juntos, los más bellos poemas brotarán de nuestras primaveras, paisajes paradisíacos colgarán de nuestras paredes, la mejor película de amor de la historia emocionará a media humanidad y nuestros cánticos harán soñar al más insensible.
Permíteme ser todo aquello que soñaste... Toma este instante precioso a cambio de todo lo que te he negado.

Tengo tu imagen en mi sangre, tu esencia en mi corazón y el cerebro dando tumbos por mis tripas. Creo que no merece la pena decir todo ésto si el primer día del resto de nuestra vida no empezó antesdeayer.

No te quiero engañar. Mi vida empezó el día en que la soledad me dijo que sólo podría ser vencida si tú me ayudas. No quiero seguir existiendo desde que soy consciente de todo esto: A partir de ahora quiero vivir. Y vivir sin ti sería ser un corazón sin sangre que bombear, un arco iris de cinco colores, un cine con las luces encendidas, un bar sin música, una vela sin mecha, un ipod sin batería, un gangster sin pistola, un concurso de camisetas mojadas sin líquido, una calculadora que sólo resta, un dedo sin uña y un ojo sin pestaña, una manzana sin veneno, un caramelo sin azúcar, un invierno sin Navidad o un verano sin playa, un Groucho sin bigote, un diamante sin pulir, un mechero sin gas, un Principito sin planeta, unas gafas de sol en un día nublado o una cigüeña sin campanario...

Quiero dejar de ser una nevera en un piso de estudiantes, un taxi con la luz verde encendida o un parque en un día lluvioso.

No puedo esperar más, lo siento, no tengo tiempo. Las Autoridades Sanitarias advierten: No amar (te) puede matar (me). No me queda batería en el móvil. Además, no puedo contarte todo ésto con un SMS. Creo que me falla la cobertura cuando no estás cerca.


jueves, 5 de noviembre de 2009

Enlace patrocinado de 30 minutos

Estoy habituado a no hacer demasiado caso de los mensajes publicitarios. Suelo cruzarme con cosas más importantes a las que dedicar mi atención. Pero soy débil. Muy débil. Cada vez más débil.

Generalmente, no nos damos cuenta que ha pasado tiempo en nuestra vida que ya no volverá. Hoy he tenido uno de esos momentos en los que soy consciente de más cosas de las que debería serlo para vivir tranquilo. He visto cómo ha pasado media hora de mi vida que no volveré a disfrutar. Seguramente no hubiera hecho nada importante en esa media hora, pero jode mucho darse cuenta que la has perdido.

En media hora se pueden hacer muchas cosas. Treinta minutos pueden ser claves para cambiar drásticamente una vida. Media hora puede ser suficiente para ver el mundo alrededor de manera que nunca podría imaginar. En treinta minutos se pueden hacer muchas cosas.

Las TATU cantan en su canción 30 minutes:

30 minutes, a blink of an eye
30 minutes, to alter our lifes
30 minutes, to make up my mind
30 minutes, to finally decide
30 minutes, to whisper your name
30 minutes, to shoulder the blame
30 minutes of bliss, 30 lies
30 minutes, to finally decide

En media hora se pueden hacer muchas cosas:

Sentarme en el baño y volver a leer el inicio de “Lolita” de Nabokov.

Mirar a alguien, enamorarme, tomar un café con ella, hablar de algo como si el mundo se fuera a acabar sin preocuparme de nada más que nosotros, desenamorarme y prometerme a mí misma que nunca más me volveré a enamorar.

Presentar una instancia no demasiado compleja en un organismo público, siempre y cuando haya preparado los papeles necesarios previamente.

Probar mi capacidad pulmonar intentando aguantar la respiración, probando mi resistencia tratando de superarme cada vez, evitando el desmayo.

Registrar un cajón de casa en el que no miras muy a menudo. Si vives acompañado será aún mejor si no es tuyo.

Tratar de darme de baja de mi compañía telefónica. Sea la que sea, probablemente no sea suficiente, pero estaré entrenado para cuando lo tenga que hacer de verdad y con prisas.

Quemar hormigas con una lupa. Será terrible para ellas y para mi espalda. Y no es posible hacerlo días nublados. Además, probablemente alguien me llame la atención por hacerlo y no tenga edad, pero a los 7 años no me parecía tan malo y gastaba más tiempo en ello.

Abrir el messenger, facebook, skype o cualquier cosa que me permita contactar con alguien y preguntarle qué tal le va, cuánto hace que no nos vemos, qué es de su vida… Cuando la conversación se ponga interesante ya habremos invertido los 30 minutos.

Ver “El Perro Andaluz” de Buñuel y reposar sus imágenes en el inconsciente tras los 17 minutos que dura.

Entrar en una peluquería, pedir turno para lavar y marcar, sentarse a leer el Hola o el Marca (sí, leerlos…) y aún me sobrará tiempo para despedirme cortésmente de las peluqueras mientras me excuso por no poder esperar más y pedir cita para otro día.

Apuntar a un inexistente hijo a una academia de idiomas, preocupándome por su programa educativo muy seriamente.

Escuchar “La Leyenda del Tiempo” de Camarón de la Isla, “El Manifiesto Desastre” de Nacho Vegas, “Highway 61 Revisited” de Dylan, “Cabrón” de La Cabra Mecánica, “Alta Suciedad” de Calamaro o “A Little More Blue” de María de Medeiros

Cocinar algo siguiendo las instrucciones del programa 22 minutos del Canal Cocina. Los 8 minutos restantes se me irán en algún detalle sin importancia porque a diferencia de Julius, yo necesito 30 para hacer lo que él en 22.

Grabar un bloque de anuncios (viéndolos) de cualquier cadena generalista en prime time y posteriormente verlos probando cuánto recuerdo de lo que he visto minutos antes. Si el bloque publicitario excede la duración de 15 minutos (caso bastante probable), parar la grabación en ese momento y realizar el ejercicio igualmente… Total, el final no importa…

En media hora hay muchas cosa que hacer…


Yo las he invertido en un viaje en autobús.

La fuerza de la campaña publicitaria ha hecho mella en mí.


martes, 3 de noviembre de 2009

Me he vuelto a poner el vestido de novia y he salido a la calle

Me he vuelto a poner el vestido de novia y he salido a la calle. Estaba terriblemente cabreada y cuando estoy terriblemente cabreada no pienso con claridad. Soy consciente de ello. Tan consciente soy, que siempre que me cabreo intento buscar claridad para calmarme, pero nunca es fácil. Podría decir que lo único que hago es buscar sucedáneos de claridad. Nadie actúa con claridad cuando está cabreada. Nadie está cabreado cuando actúa con claridad. Solamente los psicokillers parece que tienen la capacidad de hacerlo. Nunca conseguiré ser una buena psicokiller, me da miedo la sangre. No me gustan los psicokillers, pasan a la historia con una etiqueta que nunca quisieron tener. Cada psicokiller es único y por mucho que se empeñen los estudiosos en el tema, no tienen porqué tener motivaciones comunes (¿Qué motiva a un psicokiller? ¿Se despierta un día y decide ser un psicokiller?) Tiemblo estremecida sólo con pensar que algún día me despierte decidiendo ser algo. Si tengo claro y decidido lo que voy a ser ya sólo podré fracasar. Y ni siquiera me platearía buscar la claridad cuando me cabreo. Además, hay psicokillers tan patéticos que acaban tatuándose una esvástica en la frente para toda la eternidad.

Hoy estaba terriblemente cabreada y como tantas otras veces, he recordado que debía buscar la claridad. He rebuscado en mi interior pero allí no había nada claro. No hay nada claro últimamente por ahí dentro. He buscado en mi exterior, pero allí no había nada claro tampoco. No hay nada claro últimamente en lo que me rodea. He abierto el armario con intención de destrozar y quemar toda mi ropa por aquello de cumplir un cliché de las mujeres cabreadas que pierden los nervios y se dedican a romper toda esa ropa con la últimamente no se ven bien, y por extensión todo lo que se les cruza en el campo de visión, y he visto la claridad: Allí estaba mi vestido de novia, claro y resplandeciente. Resulta curioso que ahora lo vea claro y resplandeciente porque me casé –según la modista- de champagne. Lo veía ridículo y estúpido, pero según iba hablando con las amigas, me di cuenta que ninguna se había casado de blanco-blanco: De blanco hueso, de blanco desnudo, de blanco rum, de crudo, de blanco diamante, de marfil… Incluso una se vistió de azul cielo, pero claro, es la rara de la pandilla, y la que más posibilidades tenía de acabar siendo una psicokiller según el test de personalidad en nuestra clase de tercero.


Mi vestido de novia me sigue sentando como un guante. Siempre se comenta con hipocresía lo guapa que está la novia el día de la boda. Nadie se atreve en público a decir lo contrario, aunque muchas lo pensemos. Pero a mí me quedaba realmente como un guante. Como un guante de mi talla, porque los guantes muy grandes no quedan bien en manos muy pequeñas, y los guantes muy pequeños no caben en manos muy grandes. Me lo he puesto, me he sentado frente el espejo y he visto lo bien que me sigue quedando. Pero no se me ha pasado el cabreo. He salido corriendo a la calle muy cabreada, vestida de novia y dejando tras de mí el estruendo del fuerte portazo que he dado al salir, e instantes anteriores, el estallido del espejo al que he arrojado con rabia y cabreo lo primero que he tenido a mano, simplemente por seguir con los clichés.

Me he vuelto a poner el vestido de novia y he salido a la calle. No hay ningún cliché en salir a la calle corriendo con el vestido de novia puesto un día que no te vas a casar, a no ser que vayas a grabar un anuncio de colonia o un videoclip de dudoso gusto (¿Son lo mismo?). He pensado en Julia Roberts en “Novia a la Fuga” y me he cabreado aún más por tener una mente tan enferma como para que en momentos como éste me vengan a la mente películas tan terribles. Quizás deba ir más al cine para llenar mi cabeza con imágenes más estimulantes que Julia Roberts en “Novia a la Fuga”. Quizás, pero cerca de mi casa sólo hay una sala X y un Starbucks y, a pesar de ser creados para ello, ninguna de las dos opciones me estimula lo suficiente.

Corro y corro. Me alegro de haberme casado con un vestido corto y no haber encontrado el velo porque me facilita la carrera. También la gente con la que me cruzo me facilita la carrera. Se apartan de mí a mi paso como si llevara la peste aunque lo que lleve sea simplemente un vestido de boda y un monumental cabreo. Los vestidos de novia no están pensados para correr. Realmente, mi cuerpo tampoco está pensado para correr. Me hubiera gustado no haberme puesto las preciosas sandalias con las que me casé, pero una novia con zapatillas no es una novia. Si no me hubiera puesto las preciosas sandalias blanco marfil con las que me casé, el vestido de novia, y mi cuerpo hubiera estado pensado para correr, habría llegado más lejos.

Me caí apenas a cien metros del portal de mi casa. La gente que antes se había apartado de mí como si llevara la peste, ahora disimulaba malamente un morboso interés en la lejanía pero sin acercarse a mí para socorrerme. A fin de cuenta, instantes antes se habían apartado de mí como si tuviera la peste. Realmente, lo único que tenía ahora era un vestido de novia y un monumental cabreo. Me encontraba dolorida en el suelo, observada por gente a mi alrededor con aires de superioridad e simulada indiferencia.

Me he vuelto a poner el vestido de novia y he salido a la calle. Charles Manson se tatuó una esvástica en la frente y tendrá que vivir con ello el tiempo que le quede.

Y yo, ni siquiera llegué a casarme nunca...

Cuantos más nos vean, más felices somos tod@s... ¡COMPARTE!